Cuando empecé a entrenar como arquero en mi club, me frustraba que todos me dijeran que no debía arriesgar. Pero al ver a Gatti, entendí que la personalidad y la creatividad pueden marcar la diferencia. Empecé a probar jugadas arriesgadas en prácticas y aunque fallé muchas veces, aprendí a anticipar los tiros y moverme con más libertad.
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Siempre hay un factor de azar que no se puede controlar. Incluso entrenando mucho, un balón puede rebotar de manera inesperada y cambiar todo. Esa mezcla de habilidad y casualidad es lo que hace que los partidos sean tan emocionantes y difíciles de predecir.